miércoles, 22 de abril de 2015

いいえ

Hace mucho tiempo, cuando me asomaba a las vidas de los demás -aun sabiendo que solo es una superficie intencionada y descascarillada-, me deprimía. Hace tiempo ha vuelto a ser hace diez minutos.
A veces, las estrategias que utilizaba para tratar de llegar a personas de cuyas vidas quería formar parte funcionaban. Los mensajes y los elementos. Un pañuelo palestino, un juego de palabras, un gigantesco circunloquio, bailar haciendo el idiota; funcionaron. Pero ese no es el problema ahora; no se trata de que las estrategias no funcionen anymore, se trata de que no tengo estrategia. Visualizo a la persona como humo, me llena mi propio olor a derrota, a madera vieja y carcomida. No sé cómo. No sé ser capaz. Quiero llegar, pero la niebla siempre se contempla en la distancia, como la utopía. Y como Galeano, andar hacia ella solo consigue que se aleje a su vez.
Sé que hay cosas dentro de mí, sé que puedo desplegarlas. Pero no sé el orden.
Y el texto es un completo ensalzamiento del ego, ¡pero no! Es al contrario. Lo protagoniza ese otro yo, que no soy yo, pero sí es yo desde su prisma, y ese yo me hace sentir ahora mismo tan infinitamente pequeña que solo tengo que dejar de respirar un segundo para desaparecer.

Y no es la primera vez que eso sucede entre mis sensaciones.

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