lunes, 17 de agosto de 2015

Ansiedad

La primera parte de mi paradoja personal consiste en morirme de ansiedad al pensar que determinadas cosas que me han pasado nunca más van a volver a pasar. Sensación acrecentada si pienso por un momento que podía haberlas disfrutado más de lo que lo hice. Pero incluso aquellas que aproveché en toda su intensidad hacen que sienta un temblor por dentro porque sé que el cúmulo de circunstancias que las propició nunca más se dará, convirtiendo la historia en irresoluble.
La segunda parte de la paradoja es que, a veces, cuando estoy viviendo una de esas cosas que se pueden etiquetar bajo conceptos como "intensidad" o "sensaciones" me llena de ansiedad estar sumergida en ellas en ese momento, y solo espero que terminen, poder volver a mi soledad -a mi palacio-, para analizarlas y ver si de verdad merecían tanto la pena. 
Es decir, que me causa ansiedad tanto que me esté pasando como que no esté disfrutando al máximo mientras me está pasando.

Hay otras raras veces en las que simplemente estoy tan a gusto que no quiero que se acaben jamás. Pero incluso esas veces me causan ansiedad, porque sé que por mucho que me esfuerce el momento se escapa entre mis dedos para no volver nunca.

Y no sé cómo gestionarlo. No sé qué hacer con este manojo de nervios y de emociones, mientras observo con tristeza como los recuerdos se van evaporando, y los olores y el tacto de todas esas cosas que me hicieron sentir viva se difuminan y se pierden para siempre. Solo me queda desear reencontrarlos en alguno de los lugares blandos. 

Y, aun así y pese a todo, sigo coincidiendo con Coraline en que nadie quiere obtener todo lo que desea. No de verdad.


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